Por Núcleo de Biotecnología de Curauma
Dr. Rolando Chamy, Director, Ingeniero Civl Bioquímico
Dr. Sebastián Videla, Ingeniero Civil Industrial
En nuestro país el tratamiento de los residuos sólidos domiciliarios (RSD) está regulado por un conjunto heterogéneo de leyes, decretos, reglamentos y disposiciones. La responsabilidad de su gestión completa –así como la de los residuos generados por el comercio y en las vías públicas y lugares de esparcimiento colectivo– recae de manera privativa en los municipios. Son las municipalidades las que definen el manejo y disposición de los RSD, lo que implica una gran heterogeneidad en los niveles de gestión, con ciertos problemas comunes. Este proceso obliga a un gasto elevado y constante de recursos del presupuesto municipal ya que se trata de un servicio a la comunidad prácticamente obligatorio, que no puede eludirse por razones sanitarias.
Tradicionalmente, la recolección, transporte y disposición final de los RSD se realiza con camiones que circulan por la ciudad, recogen la basura sin clasificar y la llevan a sitios que reciben materias orgánicas e inorgánicas y que no siempre cuentan con el adecuado control sanitario. Así, progresivamente se van copando las capacidades de disposición y aumentando los impactos ambientales en el entorno de estas instalaciones, ya sea por malos olores, vectores o contaminación de aguas.
La tendencia mundial en países que se orientan hacia la sustentabilidad muestra que no es aceptable enviar residuos orgánicos a vertederos, que la segregación y clasificación de la basura en el origen debe ser obligatoria, que es relevante fortalecer la cultura ciudadana para alcanzar estos logros, y que conviene tratar de revalorizar los RSD. Este último objetivo se puede alcanzar utilizando tecnologías que transformen los residuos orgánicos en energía, como el proceso de digestión anaerobia.
A nivel internacional, los primeros intentos de uso de esta tecnología con fines productivos y energéticos datan del siglo XIX. En Chile su empleo ha tenido un menor crecimiento que en países desarrollados, con proyectos que se han instalado preferentemente para aprovechar residuos agroindustriales, domésticos y, en general, con alto contenido orgánico. Y, sin duda, constituye una práctica que convendría impulsar en nuestro país para así ponerse en línea con la tendencia mundial que apunta a minimizar la cantidad de basura que se dispone en vertederos y generar subproductos valiosos a partir de los residuos, como el biogás.
Lea el artículo completo en Revista 136, páginas 62 a 66.