Jueves 21 de septiembre de 2023.- Reducción de costos productivos que derivan en un aumento de la rentabilidad, un mayor cuidado de los ecosistemas gracias al menor uso de productos químicos, así como una mejor calidad de vida para los productores. Esos son algunos de los beneficios asociados a la ganadería regenerativa que pudo corroborar un estudio liderado por el investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES) Rafael Larraín.
Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), para el año 2050 será necesario producir un 70% más alimento del que se produce hoy si se quiere cubrir la demanda de una población mundial que, por entonces, superará los 10 mil millones de personas.
Los requerimientos alimentarios de un planeta en constante crecimiento han empujado a sectores como la agricultura y la ganadería a intensificar sus procesos de producción, aumentando de este modo los impactos ambientales de estas industrias en los ecosistemas donde se insertan, como la degradación de los suelos a causa de la labranza y el pastoreo, o la emisión permanente de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
En ese contexto, diversos científicos a lo largo del mundo han dirigido su mirada a la ganadería regenerativa como una alternativa para responder, de manera sustentable, a la demanda por más y mejor alimento, utilizando la menor cantidad de recursos posibles, y reduciendo ostensiblemente los efectos negativos asociados a esta importante actividad humana.
Uno de esos científicos es Rafael Larraín, académico de la Universidad Católica e investigador del CAPES, quien, junto a un grupo de colaboradores, acaba de concluir un importante estudio que buscó conocer no sólo los beneficios ambientales que trae consigo el paso de una ganadería convencional a una regenerativa, sino también los cambios económicos y productivos que conlleva esta transición.
Producir sin degradar
"En términos simples, la agricultura y ganadería regenerativas son un conjunto de principios y prácticas que buscan generar bienes y servicios para el ser humano mientras, al mismo tiempo, se aumenta la biodiversidad, se enriquecen los suelos, y se fomenta la provisión de servicios ecosistémicos. A la larga, es una forma de hacer agricultura y ganadería trabajando con la naturaleza, en vez de en contra de ella", explica.
Entre las prácticas que promueve la agricultura y ganadería regenerativas, está la incorporación de animales mediante una correcta planificación del pastoreo, el uso de enmiendas y biofertilizantes, la cobertura permanente de los suelos con miras a minimizar lo más posible su labranza, y la rotación de cultivos tradicionales junto a cultivos de cobertura (granos y leguminosas, principalmente), que ayudan a prevenir la erosión, fijar nitrógeno, controlar la humedad de los suelos, además de atraer polinizadores.
El investigador CAPES advierte que cada técnica a implementar dependerá siempre de las condiciones ambientales y ecológicas de cada predio: "Esto es muy importante de entender, porque lo que para uno puede ser regenerativo, para otro podría no serlo. Por ejemplo, si estás en un clima donde hay crecimiento de plantas todo el año (selva tropical o bosques siempre verdes templados), una forma de regenerar podría ser eliminando el ganado del lugar. Con la humedad disponible, los ciclos de nutrientes se mantienen activos, las plantas crecen, la fotosíntesis aumenta, la biodiversidad también. En cambio, en un ambiente donde solo hay crecimiento de plantas unos pocos meses en el año, el paso de animales herbívoros es la mejor forma de estimular el reciclaje de nutrientes, que las plantas no queden en pie y mueran, generando sombra para el crecimiento de la próxima temporada. En ese caso, un pastoreo planificado sería una herramienta de regeneración".
Así, a través de la recuperación de los sistemas biológicos que soportan y rodean las tierras agrícolas, la ganadería regenerativa intenta trabajar con la naturaleza para recuperar los ecosistemas, fortalecer las comunidades y mejorar la rentabilidad. "Para la agricultura regenerativa un suelo vivo y sano es la base para una producción vegetal abundante, sana y rentable", comenta Larraín.
Mayor rentabilidad
Para entender el alcance y magnitud de estos beneficios, durante dos años Rafael Larraín y su equipo conocieron el trabajo de 17 productores y productoras ganaderas de Chile que han ido adoptando, progresivamente, un modo de producción regenerativo, para así identificar y evaluar indicadores de desempeño económico y productivo en campos que han experimentado esta transición.
Mediante entrevistas, visitas en terreno y reuniones periódicas, los investigadores identificaron los cambios de manejo realizados por cada productor y productora, y la información necesaria para cuantificar estos cambios desde un punto de vista económico y productivo. Los campos analizados se ubicaron en las regiones de La Araucanía (8), Los Ríos (2), Los Lagos (6) y Aysén (1).
Al contrastar los cambios en ingresos y costos, el equipo observó que todos los predios aumentaron sus ingresos netos, es decir, los 17 campos aumentaron su rentabilidad. Esto, debido principalmente a una reducción en los costos de producción equivalente a los $372.000 por hectárea (ha) en promedio.
Según detallan los investigadores en su informe, el ítem con mayor disminución "fue el costo en praderas, que se explica principalmente por una caída en la siembra de praderas y en el uso de fertilizantes químicos, equivalente a $254.419 /ha. Por otro lado, en 16 de los 17 campos hubo también una disminución en la conservación de forraje", lo que sugiere que la reducción en gastos se debió a la menor necesidad que tuvieron los agricultores de alimentar a sus animales.
Larraín añade otro beneficio bien relevante: "Nuestra experiencia conversando con productores y la evidencia en estudios fuera de Chile, indica que no solo hay una mejora en rentabilidad, sino que también los productores reportan una mejora en su calidad de vida. En algunos casos, esa mejora está ligada a una reducción en la carga de trabajo, a un mejor alineamiento entre sus valores y lo que están haciendo en el campo, a una menor necesidad de capital de trabajo y el estrés que impone sobre uso de capital, etc.".
Cambio de paradigma
Pese a estos beneficios, aún son pocos los productores y ganaderos que, en Chile, han adoptado este tipo de prácticas agroecológicas, pues, en opinión de los investigadores, aún persisten obstáculos que complican la transición de un modelo convencional a uno regenerativo.
Larraín sostiene: "La principal barrera de entrada tiene que ver con la estructura de pensamiento de los productores. La mayoría de ellos fueron educados en un modelo de agricultura/ganadería donde la clave del éxito eran los sistemas simples, las intervenciones con maquinaria y químicos, la alta productividad por unidad de superficie o animal, etc. Al mismo tiempo, existe una red de negocios que funcionan en torno a la venta y uso de insumos y maquinarias, donde existe un permanente bombardeo de información indicando que mientras más se use el producto X, más segura y rentable será la producción. Entonces ir en contra de eso es muy difícil".
Añade que cambiar ese paradigma no es fácil, "y normalmente va asociado a una crisis por la que pasa el productor y productora, que suele ser gatillada por problemas económicos o conflictos internos sobre el uso de pesticidas, el cuidado del medio ambiente, etc.".
El ingeniero agrónomo de la Universidad Católica plantea que para promover y hacer factible esta transición hacia este modelo de producción más sustentable es necesario avanzar en educación ambiental y en la transferencia de conocimientos. "Eso permite que las personas vean casos de éxito, vean como otros productores han ido haciendo el cambio, han adaptado las prácticas a diferentes condiciones, etc. Primero conocer, luego entender y finalmente adoptar. También puede haber incentivos vía el mercado o por apoyo del Estado, fundaciones, etc., pero esto tendrá poco efecto a largo plazo si antes el productor no hace un cambio en su forma de pensar", concluye.
Fuente: CAPES.