Revista de descontaminación industrial, recursos energéticos y sustentabilidad.

Uso de paneles agrofotovoltaicos podría resolver problemática de pérdida de suelos agrícolas

Uso de paneles agrofotovoltaicos podría resolver problemática de pérdida de suelos agrícolas

Además, generan beneficios ambientales, como el reemplazo de los plásticos utilizados en invernaderos y una vida útil mayor a 20 años.



Viernes 12 de julio de 2024.- "Para el año 2050 la FAO establece que, en el mundo, el suelo agrícola se reducirá a la mitad, lo que condicionará la producción de alimentos y la seguridad alimentaria", expone Jorge Retamal, investigador en fruticultura del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) Quilamapu, al analizar el aumento de la superficie de parques fotovoltaicos en suelos agrícolas los últimos años. Destaca que la disminución de estos suelos resulta compleja, por lo que se deben buscar alternativas que hagan convivir la producción de energía limpia con la producción agrícola nacional.

El especialista participó, junto a un grupo de representantes de la agricultura de Ñuble, en una gira tecnológica por Alemania, Suiza y España, para compenetrarse de los pro y contra de un nuevo tipo de paneles denominados agrofotovoltaicos, que destacan por su doble propósito: generación de energía eléctrica utilizando la radiación solar, y desarrollo de huertos frutales emplazados bajo las estructuras de los paneles.

Retamal explica que los paneles solares tradicionales bloquean el paso de la luz solar, lo que impide el desarrollo comercial de cultivos, en tanto que los sistemas agrofotovoltaicos "consideran una estructura transparente que permite el paso de la luz y, por ende, los cultivos bajo ellos". De hecho, indica que a nivel experimental ya existen dos emprendimientos particulares en la Región de Ñuble (en Coihueco y en dependencias de la Universidad Adventista de Chile), totalizando una generación de energía de unos 50 mil watts. El investigador agrega que aún existen aspectos a solucionar, como protocolos en la instalación de la estructura, diversidad y calidad de los paneles, alteraciones fisiológicas productivas de los huertos frutícolas, entre otras, lo que permitiría evitar errores en la implementación de paneles agrofotovoltaicos futuros.

Ventajas productivas y ahorro energético

Una de las grandes ventajas de esta nueva tecnología es que, por su altura (4,5 metros), actúa como protección física a los daños generados por lluvias y granizos en frutas sensibles como las cerezas, disminuyendo considerablemente la partidura de frutos que cada año genera pérdidas millonarias.

Jorge Retamal resalta que la incorporación de estos paneles agrofotovoltaicos permitiría "aumentar la eficiencia del uso del suelo en más de un 150%, ya que se combina la producción de energía con la producción frutícola", lo que se hace particularmente atractivo en regiones del centro sur donde ya se han establecido más de dos mil hectáreas de parques solares "que dejan de estar disponibles para la agricultura".

Al ahondar en este aspecto, señala que Suiza y Alemania ya prohibieron la implementación de nuevos parques fotovoltaicos tradicionales en superficies agrícolas, claves para mantener la soberanía alimentaria. Enfatizó la importancia de "contar con la superficie necesaria para poder autoabastecernos de alimentos a futuro". Añadió que estos países ya tienen legislación al respecto y están "subvencionando sistemas agrofotovoltaicos que generan eficiencia del uso del suelo superior al 100%, lo que aúna el criterio energético con el de la producción de alimentos".

Costos y beneficios ambientales

En cuanto a los costos asociados, el investigador afirma que un productor de cereza puede ahorrar el 100% de su costo energético y, adicionalmente, generar ingresos por la venta de la energía que no consuma. Recalcó que con cerca de 2 mil metros cuadrados de paneles agrofotovoltaicos se produce la energía necesaria que demanda un huerto de cerezos de 50 hectáreas con riego tecnificado y sistema de control de heladas.

También plantea que el impacto de esta nueva tecnología tiene un componente ambiental, ya que reemplaza el uso de plásticos, habitualmente utilizado en coberturas y techos de invernaderos, lo que se suma a la duración de este tipo de paneles que "va más allá de los 20 años, a diferencia del plástico que debe ser reemplazado cada dos o tres años".

Por su parte, la subdirectora regional de I+D de INIA Quilamapu, Paz Millas, subraya que tecnologías como esta también contribuyen a disminuir el impacto de la radiación en verano, que se ha intensificado en los últimos años, y que se traduce en golpes de sol en fruta y madera cada vez más frecuentes. Además, acota que se generan ventajas en la sanidad de los frutales, al quedar protegidos en invierno del salpicado de las lluvias, lo que disminuye el tiempo en que las hojas están mojadas. "La mayoría de las enfermedades requiere salpicado para la dispersión y una película de agua sobre las hojas para generar la infección", sentencia.